Todo el mundo tiene a alguien, yo tengo al cine
“Te maquillas para que lo más hermoso de ti no esté a la vista de cualquiera”
El ser humano, un ser social que en repetidas ocasiones sufre de soledad, llegando a la autofobia, difícilmente obtiene el grado de ermitaño. Parece ser una condición innata, una necesidad básica el conseguir un compañero de vida, de noches y noches. Y es entonces cuando la fuerza de las relaciones sentimentales se vuelve una constante argumentativa en las obras cinematográficas.
La ópera prima de Raúl Fuentes, que por cierto obtuvo el premio de la prensa en Guanajuato (GIFF) y la mejor fotografía en Guadalajara (FICG), nos muestra lo complicado de las relaciones humanas, específicamente la de pareja.
Y es que no importa la edad, seamos niños (“Mariana, Mariana”, Isaac-1987), o unos ancianos (“La paloma de Marsella” García Agraz-1999), vivimos diversas etapas del llamado “amor”. Podemos salir victoriosos como el buen Pedro Infante o terminar con la capa caída como Cantinflas. La relación sentimental de pareja puede llegar a ser tan bizarra que ataca de forma compulsiva (“Él” Buñuel-1952), y embriagante (“Un embrujo”, Carlos Carrera-1998), como en el caso de “Todo el mundo tiene a alguien menos yo”.
Resumiendo, la película nos narra la corta, tormentosa y apasiónate historia de dos personas que comenzaron a converger en una relación amorosa, y que con el paso del tiempo fueron descubriéndose y mostrando su verdadera esencia e incompatibilidad emocional.
Como versa el primer párrafo, retomado de la cinta, nuestra tarjeta de presentación ante nuestras nuevas interacciones personales, por lo regular resulta ser un antifaz; pareciera que coexistimos en una mascarada, donde solo ciertas personas van revelando las capas de nuestra apariencia. Lo mismo puede resultar con esta cinta, donde la fotografía blanco y negro que nos expone, resulta únicamente el maquillaje que esconde una historia tan común y compleja como cualquier idilio.
Electricidad, descargas neuronales, química, hormonas, secreciones, pasión, cariño, comunicación, el amorío resulta de la forzosa compartición de dos contextos, dos mundos, dos mentes. Luego la comunicación interpersonal resulta vital para lograr la conjunción. Y es que todo comunica, una mirada, una caricia, un silencio.
Entre mayor sea el flujo de información, la comunicación interpersonal será un proceso vertiginoso donde no existe vuelta de hoja y donde la chispa del amor puede crecer o el desencanto deviene con una serie de tristezas y agonías, en el cual la parte dadivosa terminará en un círculo de melancolía probablemente.
Y luego entonces ¿de dónde diablos la necesidad de compartir la cama y el corazón con alguien más? Donde las costumbres y manías de cada individuo relucen y se enfrascan contra las de la persona que se tiene de frente.
Por eso, nada mejor que el cine, él nunca te abandona, y puedes decidir si se convierte en permanencia voluntaria o lo desechas después de una sesión de aproximadamente dos horas sin ningún remordimiento.
Omar Villaseñor Zayas
@omarVzayas
@LaVoluta
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