En el tianguis preelectoral

Written by Redacción. Posted in Minuto a Minuto, Nacional

Published on diciembre 10, 2011 with No Comments

Forum en linea. Mario Rivera Ortiz. En el número 1828 de la revista Proceso del 13 de noviembre de 2011, se publicó una entrevista de Arnoldo Martínez Verdugo con el periodista Armando Ponce (distribuida por Forum en Línea), en torno a la cual, quienes vivimos los acontecimientos a los que se refiere, estamos obligados a opinar, antes que el silencio otorgue veracidad a lo que se afirma en dicho texto.

Pero antes que entrar en materia, es necesario advertir algo sobre la memoria de Martínez Verdugo: lo que se sabía en los medios de la izquierda desde hace algunos años era que su memoria, esa importante función superior del sistema nervioso central que sirve para conservar y reproducir las ideas, estaba sumamente dañada por una enfermedad progresiva y todavía incurable. Estas líneas las escribo pues, porque se trata de un asunto público, de otra manera, quizá, sería materia del secreto profesional o motivo de queja por “daño a la imagen personal”.

En ese marco, de pronto y sin ninguna explicación al respecto, la revista Proceso publicó la mencionada entrevista, la cual, pese a sus amplias lagunas, tiene cierta congruencia sintáctica, imposible para un enfermo con un alzheimer avanzado. Parece pues que de la supuesta enfermedad de Arnoldo no hay nada o bien que la entrevista es un trabajo elaborado a partir de antiguos escritos publicados por él; ¡enhorabuena! si la primera conjetura es la correcta, en lo personal me alegraría, pero queda la duda.

Sea cual sea la realidad y con independencia del verdadero estado clínico de Arnoldo, la entrevista está publicada y su contenido obliga comentario, pues aunque se refiere, en parte, a hechos pasados, de ninguna manera puede considerárseles prescritos ni juzgados, tanto más cuanto que se traen a colación en un momento especialmente crítico, cuando la sociedad mexicana tensa todas sus fuerzas para reencauzar su vida. Entonces vayamos a lo que supuestamente dice o calla el entrevistado.

AMV considera todavía y a pesar de los hechos posteriores, que lo más importante en los años 90 era agrupar a “las personas que estaban incorporadas ya, de alguna manera, a la lucha socialista”, sin importar de qué tipo de socialistas se tratara y a qué clases sociales representaban y sólo bajo el compromiso de luchar por ampliar la democracia realmente existente. Menos aún titubeó para dejar la dirección política absoluta de ese movimiento en manos de representantes genuinos de la burguesía mexicana. Y ahora Verdugo se enorgullece de haber disuelto a los comunistas en una masa de socialistas campesinos, de cátedra, cristianos, utópicos, homosexuales, etcétera, sujetos a un mando pequeñoburgués.

¿Pero cuál fue el mérito real de AMV?

Su aporte central fue coadyuvar a que el débil movimiento de la clase obrera que entonces existía confirmara su dependencia a la secta liberal-socialdemócrata de la izquierda progress. Verdugo se dejó gobernar por las circunstancias inmediatas de la época y sacrificó el futuro del movimiento comunista y obrero por un presente como el que estamos viviendo; trabajó para fundar una secta relativamente grande desde el punto de vista aritmético, pero ajena totalmente al movimiento socialista. La historia del PRD y sus derivados son un libro abierto en el que se pueden leer los detalles de esa trayectoria.

Ciertamente, el tal “mérito” no fue sólo de AMV pues él fue atrapado por una masa de pequeñoburgueses “renovadores” que salieron hasta por debajo de las piedras después del 68 y se agruparon orgánicamente dentro del PCM y muy particularmente en el consejo editorial de la revista El Machete.

Eran los tiempos de las locas fusiones de los partidos socialistas y obreros mexicanos, de las bodas del Maritaggio storico y de la collaborazione di clase; del triunfo electoral del socialista François Miterrand y de los aplausos desenfrenados de los comunistas franceses, de la dirigencia eurocomunista española de Santiago Carrillo, del apoyo del Primer Congreso Nacional del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria a la tesis 34 del PCM, de la aprobación de Fidel Castro Ruz a la fusión orgánica del PCM con “otras fuerzas de la izquierda” (Proceso, Nº. 250, agosto de 1981, pp. 8-9), y de la descomposición interna del Estado soviético, etcétera.

En esa etapa trágica del movimiento obrero y comunista, nacional e internacional, el Grupo Parlamentario del PRD en la LVIII Legislatura le rindió homenaje a Martínez Verdugo por sus 77 años de vida y lo calificó de: “amigo, destacado luchador social, primer coordinador parlamentario de la Coalición de Izquierda independiente en el Congreso de la Unión, último dirigente del Partido Comunista Mexicano y entusiasta impulsor del PRD.” En la época a la que nos referimos también se registró el gran apoyo que Arnoldo Martínez Verdugo recibió de la prensa liberal nacional y extranjera: Unomásuno, Proceso, La Jornada, etcétera.

En su entrevista Arnoldo pinta al partido que encabezaba Dionisio Encina “sumido en una terrible crisis”, causada según él por el “burocratismo estalinista” y sin hacer el más mínimo esfuerzo por recaracterizarla, únicamente cita la versión que él y algunos de sus camaradas publicaron en La historia del comunismo en México, documento absolutamente parcial e insuficiente. Acerca del compañero Dionisio Encina, hay que decir que en efecto, cometió los errores de casi todos los comunistas de su tiempo pero en su quehacer político, ciertamente no hubo traiciones al proletariado; también es verdad que su nivel teórico era deficiente, como el del resto de quienes dirigían el partido, pero en cambio poseía un instinto de clase infalible que ya lo hubieran querido para un día de fiesta aquellos que lo sustituyeron.

Verdugo olvida referir que la crisis que padecía el partido desde el año de 1957, cuando él se hizo del poder en el PCM tres años más tarde con el apoyo del Partido Comunista de la Unión Soviética, no sólo no se resolvió, sino que se profundizó al máximo con la expulsión de la mayoría del Comité del partido en el DF, y de otros muchos compañeros en los primeros años 60: Mario Rivera Ortiz. Guillermo Rousset Banda, Carlota Guzmán, Calos Félix, Santiago González, Augusto Velasco, Martín Reyes Vayssade, Eduardo Pascual, etcétera, crisis que, finalmente, desembocó en la liquidación del partido.

En torno a la criatura orgánico-política que ayudó a formar, o sea el PRD, Martínez Verdugo hace sólo dos menciones, pero en modo alguno un análisis serio de este tema: una para denunciar a la actual dirección de ese partido por su proceder autoritario y antidemocrático en contra de él mismo, al expulsarlo de su Consejo Nacional, en 2009, “sin que mediara discusión alguna” y otra, inexplicablemente, para afirmar que ahora “el PRD y sus aliados tienen el reto de definir su candidato de la manera más democrática posible.” Es pues demasiado pobre su exposición a este respecto como en el resto. Nos queda el consuelo de que la historia del PRD es un libro abierto en el que se pueden leer con toda claridad casi todas las aberraciones del oportunismo de derecha. Hablando de este género de desviaciones habría que añadir que, como Verdugo, en el pasado, y guardando las distancias, Ferdinand Lassalle y Vicente Lombardo Toledano cometieron errores en la misma dirección, sin embargo ellos, a pesar de todo, sí lograron reanimar, cada uno en su tiempo, el movimiento obrero de sus países.

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